miércoles, 4 de mayo de 2011

En el punto de mira.


Era 27 de marzo, primer domingo de la primavera de 2011, y allí se encontraba él, en Libia, con el único amigo que había accedido a acompañarle a Misrata: su gran fusil francotirador, un Barret M82 al que llamaba afectuosamente Bart.

Lejanos quedaban ya aquellos días en los que él simplemente se limitaba a la práctica del airsoft, y que ahora añoraba; aquel tiempo en el que recibir una bala se limitaba al leve impacto de un minúsculo trozo de plástico, que ahora se le antojaba incluso agradable comparado con lo que estaba por llegar.

Esos breves momentos viajando a tiempos mejores, fueron suficientes para volver a tener a tiro al dictador, que disfrutaba de una gran jarra de cerveza de una conocida marca americana, mientras su gente moría por él en las calles de Misrata.

A partir de ese momento, todo sucedió muy deprisa; él era consciente de que un disparo certero podría acabar con todo el conflicto. Un leve movimiento de su dedo índice salvaría muchas vidas inocentes. Regocijándose en un futuro éxito, no percibió a tiempo la ocupación del campanario por parte de las fuerzas hostiles; en sólo unos segundos tenía que decidir si cumplir su objetivo o intentar sobrevivir. Escogió la primera opción, sabía que sólo tendría una oportunidad y no la podía desaprovechar, había muchas vidas en juego, y ahora todo dependía de él y de su gran amigo Bart.

Con el punto de mira entre ceja y ceja del dictador, las gotas de sudor corriendo por su frente, por fin se decidió a apretar el gatillo con todas sus fuerzas. La bala del calibre 50 BMG no hizo más que destruir la jarra de cerveza; en ese momento supo que todo había acabado para él...

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